
jueves, 29 de marzo de 2012
Huelga general

miércoles, 28 de marzo de 2012
Una decisión
Trabajo como jefe de recursos humanos de una empresa relativamente grande, o pequeña, según se mire. Ser jefe de recursos humanos es una perífrasis para no decir que soy el jefe de personal. El que ve los expedientes de los trabajadores, el que decide despidos y sanciones, el que valida vacaciones, permisos y licencias.
Hoy me llevaron un expediente especial. Alguna referencia tenia desde semanas atrás, pero no había meditado sobre él. Los jefes, las cenas, las copas no son buenos compañeros para la reflexión.
El expediente versaba sobre un mensajero de la empresa. Un mensajero bastante particular, según pude deducir sin gran esfuerzo por mi parte; como deduciría cualquier mortal, por otro lado. Los mensajeros de la empresa se dedican a llevar a los diferentes departamentos las cartas, paquetes u objetos que se remiten. El grupo lo componen quince personas de manera fija y se valen de unas valijas para proceder al reparto.
El contenido del expediente era extraño. Tras una denuncia – y yo lo había confirmado, no recuerdo haber firmado ese papel, sinceramente, tomamos muchas medidas así para vigilar a los trabajadores – activamos unas cámaras en el reparto de la correspondencia. Las imágenes eran contundentes. Este mensajero llenaba de piedras las valijas de sus compañeros. Piedras de obras, de la calle. Piedras sin leyenda alguna. Simplemente piedras, para que pesara más el porte.
Esta denuncia, a su vez, motivó otra, y de nuevo más cámaras. Esta sí recuerdo haberla supervisado, pero siendo honesto conmigo mismo, diré que pensaba que se trataba de un trabajador más que se va sin pagar reiteradamente del bar de la empresa.
Pero no. El mismo mensajero se dedicaba a llenar de alcohol, que mecánicamente pagaba en la barra, los cafés de sus compañeros y compañeras. Sólo los de aquellos que tomaban café. No los que bebían agua, refrescos, cerveza. Sólo café. Las fotografías eran tan nítidas que no hacía falta reproducir el dvd que acompañaba a los papeles. Un chorreón, habitualmente de ginebra, en la taza, y a esconder la botella tras el guardapolvos.
Miré con detenimiento sus alegaciones. Gallardamente, se limitaban a una frase: Yo no he sido. Pese a la evidencia de las imágenes, enarbolaba la pura negación. Indagué, quise conocer el por qué. Nada. El blindaje era completo. No existía como justificación nada más allá de esa frase.
Con premura – un aperitivo con unos posible clientes me esperaba - decidí su despido. No obstante, cuando lo firmé, y aún más con el primer vermú, pensé que había perdido una oportunidad de investigar en el corazón de las tinieblas.
viernes, 23 de marzo de 2012
Actualidad
LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
He venido de tan lejos....
lunes, 19 de marzo de 2012
Culto a la muerte
domingo, 18 de marzo de 2012
San José, La Pepa y la opinión sobre una conmemoración
Mañana es 19 de marzo, día de San José, y, a la sazón, la fecha de inicio de la conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1812. Nunca tanto, en esta castigada provincia, había servido para tan poco. En realidad, ya en sí mismo es bastante simple e iluso pensar que esta celebración podía haber servido para algo.
En los orígenes organizativos tuve la suerte de participar. Por eso aún más me duele, y a la vez me fascina, el garabato en lo que esto ha quedado. Lo que iba a ser, según las versiones, el impulso democrático mundial, la mejora objetiva de Cádiz, la recuperación de la historia iberoamericana, etc., ha resultado ser un bodorrio semicarnavalesco (ni siquiera carnavalesco) envuelto en el papel couché de la política, en el peor sentido de la expresión.
Posiblemente, en el futuro habrá magníficos análisis que desventren el proceso del bicentenario, que diseccionen y den respuesta a los muchos por qués que han ido surgiendo durante estos años. Pero la cruel realidad es que, además de la recuperación del Oratorio de San Felipe Neri, todo lo demás se reduce a reuniones políticas puntuales – aunque quieran considerarse o denominarse de alto nivel - o pasacalles, que, efectivamente, pasarán sin dejar nada más.
Del contenido último de las Constituciones, del constitucionalismo democrático, mejor no hablar. No vaya a ser que el pueblo se de cuenta de las trampas.
sábado, 17 de marzo de 2012
Incoherencia
Desde hace algunos meses, pero con especial intensidad en las últimas semanas, viene martilleándose mediáticamente acerca de la situación y existencia en sí misma de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs, en esa terminología sólo para iniciados que tanto gusta usar cuando uno cree que domina un tema como signo de autoridad). Los CIE’s son establecimientos en los que se ingresan a las personas extranjeras que están sometidas a un expediente de expulsión del territorio español incoado por alguna de las circunstancias previstas legalmente. En ellos se puede estar hasta un máximo de sesenta días, tras la penúltima modificación de ley orgánica pertinente.
No voy a expresar mi posición personal acerca de la existencia de los CIE’s. No creo que este sea el lugar para exponer planteamientos jurídicos, filosóficos o políticos acerca de la necesariedad o innecesariedad de esos espacios en los que se priva de libertad a personas. Por otra parte, y así al menos enseño la patita, como en el cuento, sí podría avanzar que mi opinión personal no coincide con ninguna de las dos mayoritarias: las que abogan por el flower power y solicitan la desaparición inmediata de los CIE’s y las que pretenden convertir esos centros en el paradigma de la mazmorra del siglo XXI.
Pero hoy me voy a referir a estos Centros de Estancia Controlada – como al parecer se van a llamar ahora - desde el punto de vista de la (in)coherencia de esas posiciones aparentemente antitéticas. Ayer se anunció en un medio de comunicación, y hoy se reitera, que el Ministerio del Interior confía a las oenegés el cuidado de los extranjeros internos en los CIE. El mundillo oenegero aplaude esta decisión – bastante propia de la derecha más rancia, por otra parte – y el Gobierno se da un visito de aparente progresismo, que no es tal.
¿Por qué hablo de incoherencia? Es fácil. Ese mismo sector oenegero que ahora aplaude esta decisión es el que se opone a la privatización en servicios de extranjería e inmigración (tramitación de visados, controles fronterizos, etc). Sin embargo, ahora que se privatiza ese servicio, y probablemente en unas condiciones económicas bastante menores que en los otros supuestos, todo son lisonjas y parabienes.
Se me podría argumentar que cómo va a compararse la pulcritud y rectitud de una oenegé frente al capitalismo salvaje de una empresa al uso (Adviértase la ironía, por favor). Sin extenderme, diré que esa argumentación me retrotrae al momento, que parecía históricamente superado, de las monjitas de toca blanca cuidando los hospitales, cuando el Estado hacía dejación de sus responsabilidades, como ahora.
En fin, que tengo claro que a costa de las personas extranjeras, buen material de intercambio, unos y otros tendrán una parcelita en el cielo más grande que la mía en el infierno.
viernes, 16 de marzo de 2012
Dos versiones del Miedo
miércoles, 14 de marzo de 2012
El asiento
Murió a los pocos minutos de sentarse en el asiento. Era un hombre mayor, con un ajado abrigo azul y una mascota de fieltro verde. Había entrado en la estación de metro y se sentó a esperar el siguiente tren porque se sentía cansado. Plácidamente, cerró los ojos y con un tenue suspiro se montó en el tren que nadie sabe dónde va. Eran las siete y media de la tarde.
La estación se encontraba abarrotada. Una multitud trasegaba metros en todas direcciones. Conexiones con otras estaciones, salida, centro comercial, todo era puro revoloteo humano. Prisas, paradas, un bullicio ensordecedor, el silbato de los trenes entrando y saliendo, lo envolvía todo.
Nadie se dio cuenta de que el hombre había muerto. Tampoco la primera persona que se sentó a su lado, otro hombre mayor que, distraídamente se puso a hojear un periódico gratuito. Entre murmullos, pero con la intención de que su compañero se enterara, imprecó algunas objeciones contra los socialistas. Como, lógicamente, su compañero no le hizo caso, volvió a encerrarse en sí mismo hasta la llegada del nuevo tren. Cuando éste llegó, no se molestó en avisar a quien tenía a su lado.
Al rato, se sentó al lado un chico joven, con su mochila y sus cascos. Tampoco reparó en la inmovilidad del hombre. Estaba pendiente del hip hop patrio que atronaba en sus oídos y que le recordaba a la última fiesta rave en la que había estado, que había terminado cuarenta y ocho horas después de haberla empezado. Cuando su tren llegó, no se molestó en avisar a quien tenía a su lado.
Tres horas y media después, tras haber pasado por delante del muerto el personal de limpieza, en al menos dos ocasiones, un grupo de vigilantes de seguridad que se dedicaron a verificar el billete de los viajeros y tras haberse sentado a su lado no menos de cincuenta personas, una mujer con dos grandes bolsas se aposentó en el asiento contiguo. La mujer miró despectivamente al hombre que estaba a su lado; ocupaba un sitio durmiendo que hubiera sido idóneo para sus bolsas, que se ensuciaban en el suelo. Cuando llegó el tren en el que se iba a montar, no se molestó en avisar a quien tenía a su lado.
La frecuencia entre trenes siguió aumentando. Cada vez era más tarde y allí seguía el hombre, ocupando con vocación de permanencia un asiento de la estación de metro. El público fue disminuyendo ampliamente. Incluso podía adivinarse la mutación en las características del propio público. Ahora era el tiempo de los pájaros de la noche, aves que utilizan el metro para el comienzo de sus movimientos migratorios.
Llegó la hora de las dos de la mañana. A esa hora pasaba el último tren. Al lado del cadáver que con un avejentado abrigo azul ocupaba el asiento de la estación de metro se sentó un hombre de algo más de cincuenta años. Claramente iba borracho, puesto que desde que entró en la estación no dejaba de insultar a no sabe qué ser imaginario, que al parecer no quería hablar con él, y su rostro se mostraba manifiestamente encendido. Cuando se sentó al lado del hombre muerto, le dijo con alegría, ¿qué? ¿echando una siestecita?. Siguió vociferando contra ese imaginario ser que corroía sus ebrias entrañas. Cuando llegó el que iba a ser último tren del día, empujando imprecisamente al muerto, le dijo, no sin un cierto cariño, tío, que este el último, que se va. Como el muerto no podía desafiar a las leyes de la vida, ni se inmutó, por lo que no resultó extraño que el otro le gritara ¡que te den por el culo a ti también!
Pasó la noche. Nada ocurrió. El hombre seguía en su sueño eterno. A las cinco y media de la mañana un empleado del metro inició su jornada laboral en la estación. Tenía la costumbre diaria de estirar las piernas recorriéndola antes de meterse en su cabina. Durante ese pequeño paseo despertador vio al hombre en el asiento. Levemente se asustó, hacía años que se había prohibido dormir en las estaciones de metro, y volvió sobre sus pasos. Descolgó un teléfono de emergencia y llamó a Seguridad. Estación a Control, aquí hay un tío que está durmiendo. No sé cómo se habrá colado; a ver si despejáis la zona.
martes, 13 de marzo de 2012
El metro
Está claro que viajar en metro no es lo mismo que viajar en tren. Este es mucho más reposado, con más tiempo, lo que te permite ir visualizando y de algún modo componiendo a los viajeros que te acompañan. En el metro, por el contrario, las distancias cortas entre estación y estación, el asardinamiento de los viajeros, que viajan de pie, apretados, con sus maletas y sus bolsos y bolsas (¡qué buen ejemplo de lenguaje no sexista!), apenas te permiten realizar pequeños esbozos de lo que son y lo que tú crees que son.
En esas condiciones, en el metro, la gente suele realizar con generalidad dos tipos de acciones con artefactos en sus manos. Por una parte, con un sentido temporal del espacio que me llama la atención, leen, ya sean libros de papel o ebooks. Eso sí, sin quejarse leen con el culo de otro viajero sobre su cara y libro, escuchando las amorosas canciones que canta algún solista latino o los lamentos quejosos de algún pedigüeño, normalmente lacerado por una poderosa enfermedad. Me asombra esa capacidad de concentración en esas circunstancias.
Por otra parte, se impone el viajar aislado auditivamente del cubículo en que te encuentras utilizando un pequeño reproductor musical cuyos auriculares sellan convenientemente los pabellones auditivos. Es cierto que en ocasiones ese grado de aislamiento lleva a tal extremo – no juraría que fuera la música que se va escuchando – que se llega al punto de ver a gente danzando como si se encontrara en una discoteca móvil y ante su público.
En los últimos tiempos viene imponiéndose una moda combinativa de las acciones que he descrito. Es viajar en el metro con una tableta o ebook reproductor viendo series. Sí, como lo leen. Entre estación y estación, entre boca y boca de metro, me trago un poquito de CSI, o de Águila Roja, y similares. Podríamos convenir en que el formato serie se presta a eso.
Hoy, mientras viajaba en el vientre de la serpiente subterránea, se incrementó mi capacidad de admiración acerca del ser humano. A mi lado viajaba un hombre de unos cuarenta años, bien pertrechado con su tableta y sus auriculares adecuadamente injertados en las orejas. Iba a decir: se montó en la misma estación que yo. Mentiría; tengo que decir: Iba ya abducido cuando entró en el vagón. La tableta era un simple apéndice de ese hombre. No se sabía quién daba vida a quién, como una especie de ectoplasma tecnológico.
Durante todo el recorrido no parpadeó, al menos ostensiblemente, no frunció el ceño, no arqueaba sus cejas. Captó no tanto mi atención como mi interés en conocer qué veía. Estoy seguro que pronto acabaremos viendo porno en el metro, lo que no me parece ni bien ni mal, sino una constatación de nuestros cambios modales.
Llegó el tren a la estación y ya no sabía si quien salía era la tableta con el hombre o el hombre con la tableta; parecía una inversión de papeles manifiesta. La verdad es que, como yo también iba a salir, pensé que la ocasión era propicia para poder ver qué observaba con disciplina científica. Astutamente me situé a su espalda y miré.
Cuando ví a Iker Jiménez en la pantalla y determiné que estaba viendo un programa de Cuarto Milenio, junto con mi decepción, me surgieron pensamientos oscuros. Sin más, me bajé del vagón y salí a la calle.
sábado, 10 de marzo de 2012
Cita a ciegas
Anoche me ocurrió un curioso suceso.
Había quedado en la boca de metro de Ibiza a las nueve y cuarto de la noche con dos personas para tomar unas cervezas y charlar un rato. Por una vez, no sé que mosca me picó, decidí – fue una decisión consciente y deliberada -intentar ser tan puntual como fuera posible. Con ese objetivo, salí de mi casa con mucha antelación y viajé por las visceras de Madrid.
Llegué media hora antes del horario acordado. Salí de la boca de metro y, obviamente, nadie me esperaba. Pensé que no era bonito quedarme como un esperante cualquiera en la embocadura, por lo que crucé y me aposté en una esquina que hay enfrente para fumarme un cigarro. Algunos pequeños grupos de jóvenes ocupaban los bancos que hay alrededor, bebiendo de sus litronas y fumando presumibles cigarritos de la risa.
Pasados unos minutos, reparé en una chica que esperaba en la boca del metro. Una chica morena, con un ceñido pantalón que realzaba su esbelta figura, fumaba tambien esperando a alguien. Miraba hacia todos lados con interés, como si no supiera donde estaba.
Con sorpresa, reparé que, en un momento que no sé definir, se fijó en mi. Y empezó a observarme. A mirarme. Mi sorpresa se convirtió en estupor cuando la ví cruzar justo por el paso de cebra que se extendía ante mis pies. Se estaba dirigiendo hacia mi.
Perdona, ¿eres Alberto?. No, no me llamo Alberto. Vale, perdona. Y volvió a cruzar, majestuosamente, el paso de cebra hacia su inicial lugar.
Realmente, me quedé bastante desubicado. ¿Por qué me preguntó si yo era Alberto?. ¿Ella no conocía a Alberto?. ¿Quién coño era Alberto?. A partir de ese momento me situé en posición de alerta. Algo estaba pasando delante de mi y no controlaba absolutamente nada.
Desde ese momento, durante unos instantes, me dediqué a observarla. Era una chica bonita. Más bonita aún porque procedía desde mi desconocimiento. Ni sabía quién era ella ni sabía quién era Alberto.
Al cabo de unos cinco minutos, volvió a cruzar. Como quiera que estaba en posición de alerta, alcancé a ver que no me conducía a nada estar blindado. Que podía dejarme resbalar un poco. Algunas veces, sentir la vida es conocer a gente que no conoces; sólo el puro placer de conocerlas.
¿De verdad que no eres Alberto?. Sonriendo le dije, desgraciadamente, no lo soy. ¿No eres Alfer73 de MSN?. Lo siento, no lo soy; yo no soy. Es que había quedado con él aquí y me dijo que vendría vestido como tú vienes vestido; creía que eras tú. De verdad, yo no soy.
En lontananza vi que una de las personas que con las que había quedado, llegaba. Lo siento, me esperan. Oye, perdona otra vez, con una sonrisa, angelical que dirían los clásicos.. Nada, nada. Me alejé de ella, dándome cuenta de que la tercera persona con la que había quedado se acercaba, sonriente, desde la izquierda.
Nos abrazamos, nos besamos; era un reencuentro. Los tres nos saludamos con calurosas palabras referidas al presente y al futuro. Sin embargo, tras andar unos metros, no pude resistir voltear la mirada atrás. Quería volver a verla.
Y sonreí. Vestido exactamente igual que yo, alguien la besaba en las dos mejillas. Alberto había llegado.
miércoles, 7 de marzo de 2012
Volar es para pájaros
Esta tarde alguien me preguntaba por sueños que no había cumplido. Le dije: Me gustaría saber volar. ¿Pilotar un avión?, me inquirió. No, como los pájaros, le respondí. Una sonora carcajada iluminó la calle.
Esta es una canción setentera del difunto Hilario Camacho, que expresa mucho mejor lo que yo quería decir.
martes, 6 de marzo de 2012
Bambino
De él dijo Camarón de la Isla que era "el artista de artistas". Tuvo una vida verdaderamente tortuosa, pero probablemente elegida. Los tablaos, las noches, las juergas, las mujeres, conformaron a este artista que me atrevo a denominar con esa expresión tan sobada como de culto. Rumbero por excelencia, Bambino fue el artífice de unas bulerías que algunos críticos denominaban, con mal trasunto, por su especial singularidad, pseudo - flamenco.
La vida, una vez más, como con tantos otros, fue injusta con él, y un cáncer de garganta - qué tremendo para un cantaor - le hizo cruzar el río del olvido.
Payaso
En cofre de vulgar hipocresía
ante la gente oculto mi derrota
payaso con careta de alegría
pero tengo por dentro el alma rota
En la pista fatal de mi destino
una mala mujer cruzó el camino
soy comparsa que juego con mi vida
pero siento que mi alma está perdida
Payaso, soy un triste payaso
que oculto mi fracaso
con risas y alegrías
que me llenan de espanto
Payaso, soy un triste payaso
que en medio de la noche
me pierdo en la penumbra
con mi risa y mi llanto
No puedo soportar mi careta
ante el mundo estoy riendo
y dentro de mi pecho
mi corazón sufriendo
Payaso, soy un triste payaso
que en medio de la noche
me pierdo en la penumbra
con mi risa y mi llanto
No puedo soportar mi careta
ante el mundo estoy riendo
y dentro de mi pecho
mi corazón sufriendo
Payaso... payaso...
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lunes, 5 de marzo de 2012
Ponham Flores Na Mesa
Mas de rosas naturales
De esas que trepan exuberantes
Por los muros de los jardines
Rosas de todos los colores
Que me traigan la alegría
Que tienen todas las flores
Abiertas a la luz del día
Y que sean suaves
Que no sean rosas frías
Como esas de satén
Y sea todo sorpresa
Como si fuese a soñar
Pongan, pongan flores en la mesa
Que hoy no tengo ganas de llorar.
Fotografías
