lunes, 23 de abril de 2012

Batiburrillo

Este fin de semana se celebra una de las pruebas correspondientes al Campeonato del Mundo de Motociclismo en Jerez de la Frontera. Según la prensa local, la celebración de este evento deportivo dejará en la provincia de Cádiz alrededor de 22 millones de euros; 22 millones que, obviamente, irán a parar a arcas privadas (hostelería, en su mayor parte). Ahora bien, lo que nunca se dice es cuánto cuesta esta fiesta a los ciudadanos y ciudadanas.

Este coste se compone de dos partidas, grosso modo, según mi propia clasificación: un gasto tangible y un coste intangible. En el primero, podemos incluir las 1500 personas que se destinarán a la seguridad de los asistentes a las carreras de motos, seis helicópteros, 25 vehículos sanitarios, nueve unidades de cuidados intensivos, un hospital de campaña, 16 ambulancias, etc. No incluyo vehículos policiales o de la Guardia Civil, ni de las diferentes Policías Locales, entre otros muchos. Tampoco incluyo el gasto sanitario, ahora tan en boga, que hace que tengan que reservarse plazas en los hospitales para los moteros, o motards, si le doy un pincelado chic a la expresión, que se incrementen las guardias del personal sanitario, etc. Gana la privado a costa de lo público. Da cuerpo, una vez más, a la perniciosa ecuación según la cual coste público=beneficio privado. Ni que decir tiene que exigir una contraprestación a cambió de esa cuantiosa inversión pública, deviene en un ejercicio imposible.

Después está el coste intangible. Durante tres días, o alguno más, según la fecha que coincida cada año, si vives en el triángulo Cádiz - Jerez - >El Puerto, estás pero no estás; vives en tu tierra, pero eres expulsado de ella. No hay nada más lacerante que estar en un sitio sin estar, pero viviendo todo lo desagradable que ese sitio ofrece. No es tu ciudad, ni es tu entorno, aunque siempre lo habían sido. Pero estás allí. Y como estás allí te despiertas a las cinco de la mañana, bella hora para otros menesteres pero no para relacionarte por el balcón con tus cabreados vecinos, cuando el mal asemejado centauro se decide a quemar rueda debajo de tu ventana, alcanzando no sé qué número de revoluciones en su motor.

También se produce otro curioso efecto. Si a Andalucía siempre se le ha criticado el fenómeno del señorito y su caballo cartujano, en lo que rodea a esta competición deportiva se produce una mímesis similar: el varoncito (léase, el motero), con su caballo cartujano (léase, su pedazo de máquina de velocidad) se pasea con la moza en la grupa. Ello es notablemente aplaudido por las huestes que deciden contemplar tan ejemplarizante situación. Quizás, con un poco de suerte, la moza decida ponerse de pie en la moto y enseñar sus glándulas mamarias, para regocijo de los allí concentrados. Aedificatio Dei.

Es lo que hay.

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