Ayer, cuando viajaba de nuevo hacia el centro del orbe, recibí en mi correo un mensaje procedente de alguien que firmaba - y que usurpaba el correo - de Eamon de Valera. Supongo que utilizaba este nombre para investirse de una cierta autoridad moral.
El correo versaba sobre la, a juicio del remitente, diabólica intención de la Junta de Andalucía de "empresarizar" el trabajo público. Es decir, por el hecho de que a los servidores públicos (bonita expresión aprendida en Brasil) se les exija rendimiento laboral, más allá del hecho de haber aprobado una oposición. Podría centrarme en esto. Podría. Pero no lo voy a hacer.
Me voy a quedar en algo más pretendidamente evocador. Mi interlocutor utilizó la figura de Eamon de Valera, gloriosa persona que traicionó y mandó a la muerte a Michael Collins. Bello ejemplo para exigir pureza.
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