lunes, 22 de noviembre de 2010

Un rebote

Ayer, cuando viajaba de nuevo hacia el centro del orbe, recibí en mi correo un mensaje procedente de alguien que firmaba - y que usurpaba el correo - de Eamon de Valera. Supongo que utilizaba este nombre para investirse de una cierta autoridad moral.

El correo versaba sobre la, a juicio del remitente, diabólica intención de la Junta de Andalucía de "empresarizar" el trabajo público. Es decir, por el hecho de que a los servidores públicos (bonita expresión aprendida en Brasil) se les exija rendimiento laboral, más allá del hecho de haber aprobado una oposición. Podría centrarme en esto. Podría. Pero no lo voy a hacer.

Me voy a quedar en algo más pretendidamente evocador. Mi interlocutor utilizó la figura de Eamon de Valera, gloriosa persona que traicionó y mandó a la muerte a Michael Collins. Bello ejemplo para exigir pureza.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Almorzar solo

Cuando almuerzo en solitario fuera de casa, un doble sentimiento se apodera de mi. Por un lado, el hecho de no poder comentar nada con nadie. Estás solo. Por otro, el agradecimiento de estar precisamente contigo mismo, sin que nadie mire tu plato, si comes mucho o poco, si fumas antes o después, si te pides carne o pescado, lo convierte en un espacio propicio para la reflexión, y a la vez, para el hedonismo.

En estos procesos me encontraba, junto con el mecánico arte de cortar un filete de ternera, cuando una señora sola, mayor, vestida con ropas más próximas a los años ochenta que a la actualidad, entró deprisa en el restaurante.

El grupo de camareros se encontraba en ese momento ante mi mesa y a ellos se dirigió la señora, que denotaba un cierto grado de ansiedad en su rostro. Alternaba mi mirada con la mirada al grupo y con la visión de resumen deportivo en la televisión, por lo que me concentré en el primero cuando escuché a la señora:

- Disculpen. ¿Pueden poner la 2 un momento? Sólo dos minutos, por favor.

Tras una mirada cómplice del camarero dueño de la situación, ya que era el que tenía el gran objeto de poder de los últimos años, el mando, le indiqué con mi cara que sin problemas.

- Claro, señora, sin problemas.

En ese momento pensé que la señora querría ver a algún familiar, alguna noticia de especial interés, qué se yo, algo que yo considerara importante.

Pulsó el camarero la llave que abre una gran puerta hacia nuestros sueños y puso la 2.

Ciertamente me cortocircuité cuando vi en la pantalla un primer plano de Jordi Hurtado. Y un concurso. El primero pregunta a los participantes, que saben de todo. Pero realmente me quemé cuando vi que la señora cogió una silla y se sentó bajo la televisión, que se encontraba bajo la puerta de entrada.

Camareros y amanuense nos miramos con cara de estupefacción. ¡El interés de la señora era ver el concurso!

El cancerbero hertziano, con parsimonia, se dirigió a ella, pensando que se habría confundido y que en esa emisora no podía haber nada de interés.

- ¿Qué es lo que quiere Ud. ver, señora?

- ¿Qué quiero ver? Sólo quiero ver a Jordi, que me gusta mucho desde hace años.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Una anécdota

Me fascinaba, porque nunca lo había conocido antes, cómo gritaba cuando alcanzaba un orgasmo.No gemía, no. Gritaba. Literalmente.

El momento de llegar a ese climax me excitaba tanto como ser abrazado por esos gritos.

Había alquilado una habitación en una pequeña pensión en un pueblo céntrico. Se trataba de disfrutarnos en todos los sentidos. Que la ciudad no interfiriera.

La habitación, parecida a la de una abuela de una casa de muñecas, tenía los techos muy altos y una puerta sin llave, sólo con un pestillo de metal, antiguo.

Empezó a gritar, alcanzando un orgasmo que no me atrevo a calificar porque, obviamente, no conocí todos los orgasmos que había tenido en su vida.

Un chico de unos seis años abrió la puerta de par en par; el pestillo no estaba echado. Ante él se abrió una puerta que años más tarde formaría parte de sus fantasías.

Al instante, su madre cerró la puerta, tras lanzar uno de los grandes mensajes que la humanidad porta en su código genético: Niño, ¿qué haces?.

Los gritos no se detuvieron tras el portazo mientras mis ojos grababan la imagen de un niño y una mujer que cerraba la puerta.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Cold Cold Ground

Crest fallen sidekick in an old cafe
Never slept with a dream before he had to go away
There's a bell in the tower
Uncle Ray bought a round
Don't worry about the army
In the cold cold ground
Now don't be a cry baby
When there's wood in the shed
There's a bird in the chimmney
And a stone in my bed
When the road's washed out
They pass the bottle around
And wait in the arms
Of the cold cold ground
Cold cold ground
There's a ribbon in the willow
And a tire swing rope
And a briar patch of berries
Takin over the slope
The cat'll sleep in the mailbox
And we'll never go to town
Til we bury every dream in
The cold cold ground
Cold cold ground
Gimme a Winchester rifle and a whole box of shells
Blow the roof off the goat barn
Let it roll down the hill
The piano is firewood
Times square is a dream
I find we'll lay down together in the cold cold ground
Cold cold ground
Cold cold ground
Call the cops on the Breedloves
Bring a bible and a rope
And a whole box of rebel
And a bar of soap
Make a pile of trunk tires
And burn 'em all down
Bring a dollar with you baby
In the cold cold ground
Cold cold ground
Take a weathervane rooster
Throw rocks at his head
Stop talking to the neighbors
Til we all go dead
Beware of my temper
And the dog that I've found
Break all the windows in the
Cold cold ground
Cold cold ground



sábado, 6 de noviembre de 2010

Una mañana en el aeropuerto

Retomando el post anterior, finalmente no acabé convertido en un capullo bomba; más bien terminé con cara de gilipollas integral.

Levántate temprano, muy temprano, para coger el avión de vuelta. La niebla abraza por completo a la ciudad. Recuerdas por un instante que estás en Santiago de Compostela coincidiendo con la visita del Pontifex Maximus, líder espiritual de los cristianos. Te trasladan desde tu hotel al aeropuerto y es una sucesión de todos los tipos, formatos y tamaños de policías de este país, ubicados unos al lado de los otros a la distancia máxima de dos metros. Tienes la sensación de que estás en una ciudad en la que se ha declarado el estado de sitio. El conductor que te lleva al aeropuerto te dice que debería venir el Papa más a menudo: la visita ha servido para que limpien las señales de tráfico: hacía veinte años, según sus cálculos, que no se limpiaban.

Llegas al aeropuerto. Parece un aeropuerto militar: sólo hay gente de uniforme. Pasas el control de capullos bomba: tienes suerte, no te han reconocido como tal. Te vas a tu puerta de embarque, que en estos pequeños aeropuertos es casi como la puerta de un mingitorio. Ves en el monitor tu vuelo y descansas. Imprecas porque no haya un punto de fumador; el talibanismo antitabaco progresa adecuadamente.

Y de pronto escuchas el presagio: “El vuelo XX ha sido desviado a Vigo”. Warning, te dices: ese es el avión en el que regreso. Instantes después escuchas por los altavoces: “El vuelo XX ha sido cancelado”. Tú vuelo ha sido cancelado. Corres como un poseso, porque te dicen que acudas al mostrador de la compañía aérea: la única opción es descubrir que el viaje que ibas a hacer en tres horas a lo sumo, se acaba de convertir en un viaje de doce horas. Genial.

Con la cara que produce la derrota y el desánimo sales a la calle y fumas. Fumas una y otra vez bajo las gotas de agua más que evidentes que contiene la niebla. Te serenas y decides entrar y sentir un poco de calor en las instalaciones del aeropuerto.

Te sientas en los modernos, por su extraño concepto de la comodidad, asientos del aeropuerto. Empiezas a observar un número cada vez más importantes de jóvenes – mayoritariamente jóvenas – con una serie de elementos comunes: pañuelito al cuello con los colores vaticanos; los colores de la bandera de España pintados en la cara como hace la gente en los partidos de fútbol; muchas también con los de la bandera de Andalucía; pantalones vaqueros Levi Strauss; botas parecidas a las de montar, pelo largo con tendencia al rubio natural… Caes en la cuenta, qué bobada de retardo, de que van a ver al líder espiritual cuando compruebas que van acompañadas de unas señoras mayores con caras de catequistas jubiladas y que actúan como subcontratadas del pastoreo feligrés del líder.

Te preguntas, habrá que ver qué les dirán a esas pobres mozas, qué les enseñarán, especialmente con motivo de visita tan sonada. Un grupo de ellas, se sientan detrás de ti y decides agudizar el oído para comprobar la salud espiritual de las nuevas hornadas. Y escuchas: Y escuchas que han quedado con unos italianos – qué suerte, qué bien ha empezado todo; y son mayores que nosotras – pero que antes habían tonteado y se habían besado con unos portugueses; también te enteras que su amiga Daniela es una inmadura porque le pone los cuernos a su novio, y eso que el adornado “le toca las tetas” (sic el entrecomillado); que tienen alcohol suficiente; qué bien nos lo vamos a pasar. Doctrina emanada sin duda alguna de la Congregación que dirigía, y con más razón ahora, el señor Ratzinger, que en pocos minutos comenzaría su paseo triunfal.

A los pocos instantes se acerca una de las guardadoras del rebaño – en el fondo crees que duda de la sólida formación de sus protegidas - y pretende recordar los cánticos a dirigir al líder. Cuando las chicas comienzan a repetir los eslóganes, con voces seráficas y en algún caso querubiniana, decides que es demasiado y te levantas y te marchas.

Como tras la cancelación del vuelo has tenido que desandar el camino (oh, influencia de la situación espiritual presente) y has vuelto a la zona de peligro (entiéndase, aquella que está delante de los controles de seguridad) y como has decidido que el mundillo hooligan cristiano es una droga dura de las que no te gustan, decides pasar a terreno seguro. Es decir, volver a pasar los controles. Y qué decir de éstos que no conozca quien haya montado en avión. De nuevo a desnudarte, a quitarte el reloj, a sacar el ordenador portátil – siempre en bandeja aparte, aunque hoy no tocaba abrirlo; supongo que por la irradiación hechicérica del líder que llegaba –, las monedas del bolsillo, el chaquetón, la chaqueta, la cartera… Uno que, además es de natural delgado, sabe que tiene que pasar el control rápido, pues es consciente de que un día se le caerán los pantalones en el supradicho control. El encargado de la seguridad – esto es, el empleado de una empresa privada; ya privatizamos hasta los cacheos – te reconoce y te pregunta: ¿Ud. ha pasado antes por aquí, no? Pues sí, y hay que contarle al buen mozo toda la historia (ciertamente, omites la parte referida a las nenas). Se supone que el grado de concentración es tan elevado que ni siquiera se ha enterado de la cancelación del vuelo en un aeropuerto con tanta intensidad de tráfico como es el de Santiago.

Te diriges de nuevo a la puerta de embarque con aspecto de puerta de mingitorio; compruebas que es la misma de la mañana. Claro indicio negativo que no puedes adverar puesto que como no has tomado té, no puedes comprobar el poso que dejó. En efecto, los malos presagios se hacen realidad. Vas comprobando ante la pantalla cómo el avión va retrasando cada vez más su salida, mientras que por las cristaleras observas como el avión italiano (Nada del Vatican Force One, no; de Alitalia, línea comercial por excelencia) que trajo al lidereso despega como si ni hubiera niebla, ni policías, ni nenas, ni pasajeros, ni público. Es decir, despega sin más.

Por eso, te preguntas, cuando horas después hollas tu avión: diosssss, qué he hecho yo para merecer esto.


Dedicado a EAJ por su templanza y apoyo en un día como el de hoy.

martes, 2 de noviembre de 2010

Las bombas modernas

Este fin de semana hemos asistido a un nuevo formato de explosivos: la impresora bomba. Desde Yemen, supuestamente, se ha enviado al menos un artefacto diseñado para explotar y que, según nos cuentan, podría haber viajado en dos aviones de pasajeros.

Bueno, que las impresoras son unas hijas de su santa madre, nadie lo discute. Cuando más las necesitas es cuando se quedan sin tinta, o tienes que alinear los cabezales, o tienes que limpiarlos. El caso, siempre, es que tienes que salir como un desaforado a la búsqueda de cartuchos, o tienes que ir a casa de un conocido a que te haga el favor de imprimirlo. Siempre te derrota la impresora.

Pero de ahí a ser utilizada como bomba... En fin. Me gustaría haberla visto conectada a un PC y que el software de la impresora dijera: No se reconoce el cartucho. Le recomendamos que utilice cartuchos de tinta originales de XXXX.

Este fin de semana volveré a viajar en avión. Llevaré mi ordenador, mis palitos (memorias USB), mi tabaco y mi mechero. No lo había pensado. Podría ser un capullo bomba.