Anoche, como si se tratara de un partido de fútbol, me apresté a ver el debate entre Rubalcaba y Rajoy. De hecho, invito a comparar las similitudes entre la retransmisión del debate y la retransmisión televisiva de un Madrid - Barcelona, pongamos por caso: la llegada de los equipos al estadio (los candidatos llegando en sus coches al Palacio Municipal de Congresos), el árbitro (Campo Vidal, contemporizando con los intervinientes para que el partido no se le fuera de las manos), el partido en sí (el debate en el formato que se realiza, aunque ayer parecía más un partido de pin pon que uno de fútbol), las declaraciones de los protagonistas al final del partido (en este caso, era más fácil, sólo había dos) y, finalmente, los "sesudos" análisis, tipo Punto pelota, Estudio Estadio y similares (en cuanto al debate, un comentario: vaya plaga de tertulianos y supuestos analistas políticos nos rodea)
Sin embargo, y sin entrar en el contenido, del dichoso debate, me quedo con la metedura de pata simultánea de ambos políticos. En concreto, me refiero a la ubicación que hizo Rajoy acerca de dos pueblos que situó en Cádiz (si D. Javier de Burgos alzase su testa...) refiriéndose a la sierra gaditana. Nada más y nada menos que situó en la provincia de Cádiz a Constantina y Cazalla, tierras de un anís seco para recios hombres (45 grados). Hasta ahí, nada que objetar (bueno, que objetar mucho, que éste es capaz de poner Ceuta y Melilla con eso de la españolidad al lado de Torrelodones). No obstante, mi sorpresa vino dada por el silencio de Rubalcaba, que no sólo perdió una oportunidad de verter un ácido comentario sobre su oponente, sino que encima quedó en mal lugar: él es diputado por Cádiz.
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