Este fin de semana pasado me reuní con notables próceres de la vida política de mi provincia; todos ellos y todas ellas de las mismas siglas, obviamente. Si no hubieran sido del mismo partido político, creo que hubiéramos sido portada de toda la prensa mundial.
En realidad se trataba de playear haciendo algún que otro político comentario o razonamiento entre cerveza y cerveza, entre baño y baño, entre gamba y gamba. Eso lo hacía mucho más atractivo. Una tertulia política al uso hubiera sido un suplicio inaguantable con las calores levantiscas del sur.
Había posiciones contrarias y a favor de la actual deriva (juicio de valor, I know) del partido de referencia, pero en todo momento la expresión estrella era: "Tío, la crisis". La crisis como mantra. La crisis que es la causa de la causa del mal causado.
Uno, ingenuamente, preguntaba: ¿Pero cómo se explica que, asolando el contexto económico a casi todos los pueblos por igual, en algunos sitios hayáis ganado diciendo que habéis gestionado bien la crisis, y en la mayoría hayáis perdido argumentándolo en la poderosa crisis?. ¿En qué quedamos?. ¿Sabéis o no gestionarla?
En ese momento, una persona a la que quiero especialmente por muchas razones, después de que varias cervezas, baños y gambas recorrieran su cuerpo, dijo con increíble lucidez: "VV10, tengo la solución".
Todo el mundo lo miró expectante.
"¡Que dimita la crisis!", exclamó con una gran carcajada.